¿Te descubres reaccionando de formas que no entiendes con tus hijos? ¿Te prometiste que no repetirías ciertos patrones... y, sin embargo, a veces lo haces? ¿Sientes culpa, frustración o cansancio al no saber cómo dar lo mejor de ti sin perderte?
Tal vez es tu niña herida la que está pidiendo ser escuchada
Amas profundamente a tus hijos.
Quieres darles lo mejor, criarlos con amor, con paciencia, con conciencia.
Pero hay días en los que estallas sin darte cuenta. Gritas, te cierras, los evitas...
Y después viene esa culpa que pesa tanto.
¿Te pasa? Entonces este mensaje es para ti.
La relación con los hijos no solo se construye en el presente. También se alimenta de las heridas no sanadas de nuestro pasado. A veces, lo que duele no es lo que ellos hacen... sino lo que despiertan dentro de ti.
Sanar tu historia es un regalo que se multiplica. Porque cuando tú sanas, ellos respiran más libres.
Tal vez estás cargando una herida de abuso que tu familia nunca pudo nombrar
Hay emociones que te acompañan desde siempre.
Inseguridad, miedo a confiar, rechazo a tu cuerpo, dificultad para poner límites, sentirte culpable por decir "no"...
Y aunque tu historia personal "no explica tanto dolor", tu lo sientes igual.
Eso no significa que estás loca ni que eres débil.
Tal vez estás cargando una herida que no empezó contigo.
Sí. Cuando hay un abuso (emocional, físico, sexual, simbólico) y no se habla, el dolor no desaparece: se guarda en el sistema familiar.
Y muchas veces, una o varias generaciones después, aparece una mujer o un hombre que lo siente en su cuerpo, en su forma de vincularse o en su energía... aunque no sepa de dónde viene.
No es algo consciente. Es una memoria silenciosa que se transmite con culpa, con miedo, con silencio... y con dolor.
No se trata de revivir el dolor, ni de b...
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